Aquél, entonces, es un perro de Pavlov que piensa: ya que no podemos aseverar que un perro piense, vamos a continuar nuestro razonamiento ahora sobre un ser humano, una persona que igualmente responde a estímulos internos y externos físicos, como un perro.
Aquél está preparado física y emocionalmente para comer su almuerzo en la oficina (aceptémoslo: la hora de almuerzo es lo único bueno por hacer en esta oficina, por lo menos para Aquél, que ya siente deseos de trabajar en algo más creativo). Abre su bolsita de plástico y encuentra la servilleta de papel y el recipiente de plástico donde viene la porción de tarta, pero la tarta no está. ¿Persona o perro de Pavlov? Persona razona que si la tarta estuvo ahí a partir del momento de subir al tren, cuando la miró, y ahora no está, en algún momento alguien la robó; perro de Pavlov tiene hambre y bronca, siente tristeza y vergüenza, no es la primera vez que lo vejan, ni va a ser la última, pero es la peor, como cada vez que lo vejan. Persona quiere averiguar cabalmente dónde está el responsable de la desaparición de su almuerzo, lo único grato en esta oficina; perro de Pavlov tiene hambre y bronca. Persona se levanta y va a buscar agua; perro de Pavlov tiene bronca y hambre.
Este Aquél del que hablamos ¿es más una persona o un perro de Pavlov? ¿Lo que le ocurre nos ocurrió alguna vez? ¿Es poco probable que estemos en una situación similar a la suya?
Aquél, persona, habla con su jefe que lo vio mal, triste: le explica su bronca, sin mostrar bronca. Perro de Pavlov se calma.
La tercera vez que esto ocurre, perro de Pavlov los putea a todos, los manda a las respectivas reconchas bien de sus hermanas, a todos, hijos de putas que no supieron dejar un segundo de hacerse los boludos, las putas que los parieron; Aquél, persona, ve y escucha esto desde afuera, sin poder creer que ése es él mismo.
Ahora Aquél, Persona, soporta el castigo social al Perro de Pavlov: nadie lo mira igual, ya no le hablan mucho, ni lo invitan a ningún lado. Aquél piensa en ese filósofo del que le habían hablado en la escuela, el que vivió como un perro, lejos de la gente, pobre.
Aquél no sabe ni va a saber que es más que un arquetipo del hombre posmoderno, un estereotipo, que su figura existe desde antes de nuestro giro lingüístico y antes de la revolución industrial tal vez, que su figura se gesta desde eras atrás; menos mal que Usted, que lee, es muy diferente a este pobre Aquél, perro de Pavlov. Y yo, diferente también. Menos mal.
martes, 13 de abril de 2010
Sobre la percepción (2)
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martes, 29 de diciembre de 2009
Sobre la percepción
Parece que "percibir" es "estructurar mentalmente las sensaciones resultantes de los estímulos externos o internos", o sea que lo que siento en un nivel básico puede ser muy diferente de lo que percibo, propiamente dicho: si me quemo con la pava del mate y me duele la cabeza por una resaca, diría que no estoy bien; pero mi mente se posiciona directamente en aquel día en que fui a trabajar a esa oficina sin haber dormido y habiendo desayunado sólo mate, un día perfecto en mi memoria; mi cuerpo se relaja y sonrío; mi percepción dista mucho de mis sensaciones. Ahora, si un perro, por ejemplo, un perro de algún científico loco, de Pavlov, por ejemplo, puede ser muestra de que los animales de sistemas nerviosos complejos pueden actuar a partir de reflejos condicionados... ¿podemos percibir a partir de reflejos condicionados? El famoso perro de Pavlov, entonces, ese horrible animalito que al oír la campana que anunciaba el almuerzo babeaba y generaba jugos gástricos, pobrecito, que escapaban por una fístula aunque no sirvieran ninguna comida, criaturita 'e Dios, ése famoso perro, decía, seguramente tenía algún otro estímulo interno o externo en el momento de babear y esperar la comida; posiblemente el martes al sonar la campana, aparte de babear y esperar el perro de Pavlov tenía dolor de espalda por una mala postura al dormir; el miércoles tal vez, además de babear y desear el perro de Pavlov tenía dolor de estómago, imagínense; el jueves, día final, quizás no sentía que era la última vez que oiría esa campana, pero acaso lo percibía, si todos los otros estímulos se estructuraban de cierta manera en su mente. "¿Los perros tienen mente?" preguntará Usted: igualmente podemos poner por caso a un ser humano. No voy a referirme a Usted precisamente por decoro, pero puedo hablarle mucho de mí, o de aquél: digamos que aquél escucha el timbre que indica el final de la mañana laboral y el comienzo del tiempo para almorzar; aquél no tuvo un buen día, discutió anoche con su tío, el que iba a prestarle algún dinero hasta marzo, y además tiene cierto dolor de garganta; aquél va a comer como buen perro de Pavlov y ya se le hace agua la boca: aparte de todo esto cabe imaginar que a aquél le pasa algo más, de otra forma podríamos pensar que el pobre aquél no es más que sus circunstancias, inexorable juguete del destino ciego que baila en el Tiempo, a merced de la gran Nada. No: una persona es mucho más; tal vez aquél es un agujero pegajoso, un montón de accesorios cubriendo nada, pero no podemos decir lo mismo de todas las personas, de Usted o yo, sin ir más lejos...
(Fin de la primera parte)
(Fin de la primera parte)
domingo, 27 de diciembre de 2009
Primer acercamiento
Escribir por escribir es uno de mis actos reflejos; discutir la opinión de alguien acerca de casi cualquier cosa es una deformación de esto, algo como un reflejo condicionado por la práctica, si existe algo así. Así que opinar y escribir opiniones es, diríamos, natural... y muy irritante: imagine un fotógrafo que, sin estudiar fotografía ni ejercer su oficio, cada vez que se sienta en el colectivo, cada vez que mira por la ventanilla del tren, cada vez que baja del ascensor busca el mejor encuadre de lo que ve, analiza las líneas y las manchas de lo que lo circunda y ladea la cabeza un poco para allá y entrecierra los ojos para bajar la intensidad de luz... piense en un escritor que no escribe ni aprendió a escribir, que a cada acción o cada proyección de la acción, cada vez que conversa o que imagina una conversación futura o que recuerda una conversación pasada, corrige y elimina, retoma y elucida cada palabra, mide el ritmo, la métrica, analiza posibles rimas y versificaciones, tienta diferentes frases, diferentes modos de escribir lo indescriptible... Este señor podría parecer pedante, pero se esfuerza mucho en no parecer lo que no es: este señor sublima su exasperante forma de percibir la realidad que lo rodea estudiando cine, escribiendo un blog. Este señor entiende que sus maneras de ver y oir y percibir son problemáticas en tanto no se comparten: vivir así pesa mucho. Este señor vengo a ser yo, claro, yo tratando de acercarme a este señor que escribió para nadie y hoy escribe para usted. Gracias a usted, entonces, por acercarse.
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