Escribir por escribir es uno de mis actos reflejos; discutir la opinión de alguien acerca de casi cualquier cosa es una deformación de esto, algo como un reflejo condicionado por la práctica, si existe algo así. Así que opinar y escribir opiniones es, diríamos, natural... y muy irritante: imagine un fotógrafo que, sin estudiar fotografía ni ejercer su oficio, cada vez que se sienta en el colectivo, cada vez que mira por la ventanilla del tren, cada vez que baja del ascensor busca el mejor encuadre de lo que ve, analiza las líneas y las manchas de lo que lo circunda y ladea la cabeza un poco para allá y entrecierra los ojos para bajar la intensidad de luz... piense en un escritor que no escribe ni aprendió a escribir, que a cada acción o cada proyección de la acción, cada vez que conversa o que imagina una conversación futura o que recuerda una conversación pasada, corrige y elimina, retoma y elucida cada palabra, mide el ritmo, la métrica, analiza posibles rimas y versificaciones, tienta diferentes frases, diferentes modos de escribir lo indescriptible... Este señor podría parecer pedante, pero se esfuerza mucho en no parecer lo que no es: este señor sublima su exasperante forma de percibir la realidad que lo rodea estudiando cine, escribiendo un blog. Este señor entiende que sus maneras de ver y oir y percibir son problemáticas en tanto no se comparten: vivir así pesa mucho. Este señor vengo a ser yo, claro, yo tratando de acercarme a este señor que escribió para nadie y hoy escribe para usted. Gracias a usted, entonces, por acercarse.
domingo, 27 de diciembre de 2009
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