martes, 10 de agosto de 2010

La realidad (ensayo de ensayo)

Y todo esto, el perro, la basura, cierto dios, aquél, Usted, yo, nosotros y nosotros, son solamente los ingredientes sueltos de una receta o una poción que llamamos "realidad". No voy a ser el primero ni el último tratando de escribir algo que más o menos, mejor o peor, busque una definición de esta receta, de la realidad. Me gustaría empezar por comentar algunas impresiones personales: por ejemplo, me acuerdo de una serie de libros que habían sido de mi madre y mis tías que yo leía mucho en la infancia, la seri "Lo sé todo", de la editorial Larousse. En los libros de "Lo sé todo", como en la revista "Anteojito", como en "Billiken", como en la actual "Genios", los adultos encargados de describir e ilustrar fenómenos naturales, estructuras de ingeniería, procesos biológicos y otras cosas misteriosas se posicionan en un punto de vista para obtener una perspectiva similar a la que un chico o una chica puede tener del mundo circundante... ¿O no?
A ver, piense: 1- ¿Qué edad tiene Usted?
2- ¿Qué edad tiene un chico o una chica? Digamos, para que le sea más fácil, un chico o una chica que lean o tengan en sus casas la revista "Genios"
3- ¿Qué porción de la realidad elige o puede describir "Genios"?
4- ¿Qué porción elegiría Usted?
5- ¿Su idea de la realidad es similar a la que la revista "Genios" propone?

Si la respuesta final es afirmativa, bueno, no va a ser aquí donde se le diga a Usted qué hacer...
En todo caso, creo que todos los chicos que leímos y hojeamos y ojeamos los libros "Lo sé todo", nos quedamos muy conformes gracias a la editorial Larousse, sintiendo que, efectivamente, LO SABEMOS TODO. Y no sabemos mucho. Casi nada. Dicha serie podría pasar a llamarse "Sé muy poco" o "No sé nada" o incluso "Qué sé yo". La revista "Genios" también podría llamarse "Creídos".

(continuará...)

sábado, 29 de mayo de 2010

Del Dios Ojos

El perro que te mira al pasar, ése que come una bolsa de basura y no traga basura, ése no es un perro. No me alcanza el castellano (y creo que no hay idioma suficiente) para establecer la diferencia discursiva entre un perro y un perro, pero ese perro concienzudamente no es un perro, sino un perro.
Cuentan (o "escribieron") que los chamanes percibían un espacio organizado como una grilla de portales que se abrían a otras realidades: a veces bastaba tocar madera para invocar sin palabras a un dios menor que nos protegiera de algún maleficio; a veces se necesitaba cierta específica danza para iniciar un mecanismo secreto que desencadenaba en preciada lluvia; a veces se repetían palabras incoherentes aprendidas vía oral y veladas por generaciones de iniciados; a veces las formas del rito determinaban cierta planta, cierto animal o cierto elemento natural (barro, sal) o construido (cuchillos, yesca) para ser la clave, la llave del proceso mágico esperado. A veces los chamanes mueren sin legar su arte a ningún discípulo. Hoy creeríamos que la magia chamánica no existe, que la realidad mágica murió con la visión poética de los últimos pueblos ajenos a la modernidad: la magia existiría a pesar de la muerte de todos los chamanes, a pesar de todos los charlatanes y de los defensores de la realidad "tradicional". Hoy no nos es dado acceder a esas otras realidades por medio de palabras arcanas, ni de talismanes o movimientos especiales, ya que no podemos ver esos portales, no sabríamos distinguirlos de un árbol o un charco de barro con hojas muertas. En Japón, creo, los pobladores construyen arcos en madera, pintados de rojo carmín, para pasar a "otra zona" o dejar entrar a otros pobladores. En París, Cortázar (un escritor argentino) imaginó un juego de rayuela, una boca de subte y hasta la pupila agigantada de una niña en una foto publicitaria como esos portales "a lo otro" (cfr. "Rayuela" y "62/Modelo para armar"). En Brasil, si no me equivoco, existe un catálogo de deidades menores y medianas que median con un dios único y eterno, y cada entidad es invocada con un guarismo de colores específico, un tamborileo rítmico determinado y una danza exclusiva. En Francia, me parece, al ver en el cielo la estela de humo blanco que deja un avión en vuelo una persona que cuenta rápidamente "un, deux, trois, quatre..." está formulando un deseo y si un amigo lo interrumpe ese deseo se realizará en los días determinados por el último número pronunciado. Formas de la magia hoy, de acceso a eso "otro"; portales que más o menos conocemos. Sin embargo existen otros portales que ignoramos, que seguiremos ignorando aunque lo denuncie en este texto, porque ni siquiera yo (que escribo) puedo saber dónde están o cómo son, aunque los imagine. En Argentina, ver dos trenes avanzando en direcciones opuestas (estando parado frente al punto donde sus recorridos se encuentran) otorga la posibilidad de pedir un deseo (¿a qué dios?) y pasar bajo un puente en el momento en que un tren lo recorre (es decir, pasar por debajo de un tren) posibilita pedir otro deseo: conozco una calle oscura cerca de la casa de mi abuela donde es posible pedir dos deseos (y una vez lo hice).
Ese perro que te ladra cuando te alejás, cuando caminás más rápido porque hace frío y es tarde y un perro ladrando no resulta muy amigable, ese perro, repito, no es un perro. Es un perro, por supuesto, pero vos no sabés (y tal vez "eso" tampoco) que lo que se mueve como un perro, huele como un perro, tiembla y olfatea y come y ladra como un perro no es ningún ser viviente de esta realidad: así es como lo vemos, como lo percibimos "de este lado". Del otro lado, donde quizá alguna vez alguien nos invoque, donde otros dioses duermen o esperan o persisten, del otro lado del perro, ese perro es un portal.

martes, 13 de abril de 2010

Sobre la percepción (2)

Aquél, entonces, es un perro de Pavlov que piensa: ya que no podemos aseverar que un perro piense, vamos a continuar nuestro razonamiento ahora sobre un ser humano, una persona que igualmente responde a estímulos internos y externos físicos, como un perro.
Aquél está preparado física y emocionalmente para comer su almuerzo en la oficina (aceptémoslo: la hora de almuerzo es lo único bueno por hacer en esta oficina, por lo menos para Aquél, que ya siente deseos de trabajar en algo más creativo). Abre su bolsita de plástico y encuentra la servilleta de papel y el recipiente de plástico donde viene la porción de tarta, pero la tarta no está. ¿Persona o perro de Pavlov? Persona razona que si la tarta estuvo ahí a partir del momento de subir al tren, cuando la miró, y ahora no está, en algún momento alguien la robó; perro de Pavlov tiene hambre y bronca, siente tristeza y vergüenza, no es la primera vez que lo vejan, ni va a ser la última, pero es la peor, como cada vez que lo vejan. Persona quiere averiguar cabalmente dónde está el responsable de la desaparición de su almuerzo, lo único grato en esta oficina; perro de Pavlov tiene hambre y bronca. Persona se levanta y va a buscar agua; perro de Pavlov tiene bronca y hambre.
Este Aquél del que hablamos ¿es más una persona o un perro de Pavlov? ¿Lo que le ocurre nos ocurrió alguna vez? ¿Es poco probable que estemos en una situación similar a la suya?
Aquél, persona, habla con su jefe que lo vio mal, triste: le explica su bronca, sin mostrar bronca. Perro de Pavlov se calma.
La tercera vez que esto ocurre, perro de Pavlov los putea a todos, los manda a las respectivas reconchas bien de sus hermanas, a todos, hijos de putas que no supieron dejar un segundo de hacerse los boludos, las putas que los parieron; Aquél, persona, ve y escucha esto desde afuera, sin poder creer que ése es él mismo.
Ahora Aquél, Persona, soporta el castigo social al Perro de Pavlov: nadie lo mira igual, ya no le hablan mucho, ni lo invitan a ningún lado. Aquél piensa en ese filósofo del que le habían hablado en la escuela, el que vivió como un perro, lejos de la gente, pobre.
Aquél no sabe ni va a saber que es más que un arquetipo del hombre posmoderno, un estereotipo, que su figura existe desde antes de nuestro giro lingüístico y antes de la revolución industrial tal vez, que su figura se gesta desde eras atrás; menos mal que Usted, que lee, es muy diferente a este pobre Aquél, perro de Pavlov. Y yo, diferente también. Menos mal.